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Sábado, 14 de Agosto de 2021

No queda claro que los occidentales estemos aprendiendo las lecciones que estos días nos está proporcionando Afganistán. Por el contrario, parece que el espectacular fracaso de la "cruzada" en el país solo ha servido para exacerbar un poco más nuestra estúpida arrogancia a pesar de la inhumana jugada que acabamos de hacerle a la mayor parte de la población afgana.

Triste ironía que nos hayamos tirado 20 años “liberando” Afganistán, con el aburrido discurso de repartir derechos occidentales para todos y de defender a los más débiles, empezando por mujeres y niñas, para dejarlas ahora a merced de unos talibanes que se van a cebar con especial crueldad con todas ellas.

Las niñas que hayan sido escolarizadas serán sin duda las más machacadas por un régimen político que interpreta la religión como un traje a medida para justificar que los más brutales y crueles sean los elegidos para imponer su ley a sangre y fuego.

Echaremos de menos que nuestra ministra Irene Montero no se desplace a Kabul para proteger al colectivo y en pro de la igualdad de género. A lo mejor explicándoles a los talibanes eso del "ellos, ellas y elles", lo de la "alerta roja machista" y algunas más de sus habituales sandeces, les convence para que no violen ni asesinen a las crías por saber leer y escribir.

No debemos olvidar que han sido 20 años de ocupación, que, al menos, una generación entera, ha nacido y vivido bajo la relativa “pax americana” y que ahora, de pronto, de un día para otro, les vamos a arrojar de nuevo a una edad de piedra en la que los más débiles vuelven a estar en el peldaño más bajo de la cadena alimenticia.

Y lo que es aún más triste y, a la vez, más irónico, es que los primitivos y brutales barbudos aplicarán toda su violencia sobre esa población más vulnerable utilizando las armas, las municiones y el adiestramiento que les hemos proporcionado las fuerzas de la Coalición, incluidas las de España.

Esperemos que los países que hemos participado en este despropósito de “cruzada salvadora” utilicemos esa arrogancia solo como instrumento para blanquear nuestros complejos e incapacidad de aceptar un fracaso anunciado desde hace muchos años. Que aprendamos algunas lecciones, como la de que no se debe decidir invadir un país movido por la ira y solo por sed de venganza, o que la democracia ni es exportable ni puede imponerse.

Como conclusión, si hay algo que supera en triste ironía a todo lo señalado, son las palabras de nuestro recién estrenado ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que ha asegurado hoy, después de 150.000 afganos muertos y todo un país abandonado a su suerte, que "no vamos a dejar a nadie atrás". Machote, te has cubierto de gloria.


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