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Domingo, 5 de Febrero de 2023

Era obvio que Irene Montero, la que es probablemente la ministra más inepta que ha padecido la España democrática, se iba a tragar sus palabras, y que iba a transigir en la inevitable reforma de la chapuza legal que es la llamada ley del “solo sí es sí”. Lo sorprendente es que a esa ineptitud y a su ignorancia en cuestiones de técnica jurídica, sume la arrogancia. La combinación perfecta para el fracaso.

Porque esta pijaministra de Podemos ni tan siquiera ha tenido hoy la clase de reconocer que se equivocó, que se metió a hacer lo que no sabía hacer y que desoyó a los que, en su momento, le recomendaron que no lo hiciese a riesgo de lo que estamos viviendo ahora.

Porque Irene Montero mintió cuando dijo en una entrevista en la radio que nadie la avisó del resultado de su propia estupidez. El Consejo General del Poder Judicial lo hizo de forma muy clara en febrero de 2021, cuando aún era un anteproyecto de ley orgánica. El informe del Consejo es taxativo y adelantaba a esta ignorante en la materia de lo que sucedería si aprobaba lo que finalmente aprobó, sucediendo lo que finalmente ha sucedido.

Pero aún así, nuestra inepta ministerial no descabalga de su arrogancia, insistiendo en que se mantendrá el planteamiento inconstitucional que hace la norma sobre el consentimiento de la mujer a la hora de mantener relaciones sexuales.

La sandez planteada en la ley del “solo sí es sí” en materia de consentimiento produce fácticamente una inversión de la carga de la prueba que es totalmente ilegal y que condenará la reforma que se apruebe, si mantiene la actual estructura en la materia, a una inevitable inconstitucionalidad.

Más aún, el Poder Judicial ya advirtió entonces de que había manifiestas contradicciones al respecto en este despropósito de norma.

Una ley no puede cargar sobre el acusado la labor de probar que los hechos por los que se le acusan no han sucedido, ni puede otorgar un principio de veracidad absoluta a todo lo que declara la, o el, supuestamente agredida/o. Por algo se antepone siempre lo de “supuestamente”.

Irene Montero ha convertido su ministerio en su negocio y en su cortijo, y es consciente de que ese rehén profesional en que se ha convertido Pedro Sánchez, no va a arriesgar su permanencia en La Moncloa rompiendo el pacto de gobierno solo por hacer lo que debió hacer el primer día: cesar a esta ministra inepta que se ha acomodado demasiado a los privilegios como para tener la decencia de dimitir.

Y es seguro que cuando alguno de los excarcelados por la ley del "solo sí es sí" reincida, porque los delincuentes sexuales no se reinsertan, la ministra culpará a los jueces "conservadores" y a la trama "político-mediática de la derecha" de su propia estupidez.

Sin embargo, por muy arrogante que aparezca ante las cámaras, Irene Montero sabe que esa mayoría de españoles que no tienen a un puñado de guardias civiles en la puerta de su casa cuidando de sus hijos, la está señalando con el dedo.


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