Resulta irónico que los países europeos miembros de la OTAN puedan comenzar a rearmarse gracias a Rusia. Desde que se produjo la invasión de Ucrania el pacifismo europeo ha enmudecido y ya no se producen esas grandes manifestaciones contra las decisiones gubernamentales que ampliaban la inversión en defensa.
Recordemos que hasta hace solo unos años cualquier intención de un Estado de gastar más en armamento era contestada con esas protestas y manifestaciones plagadas de gente con el símbolo de la paz pintado en la cara y pancartas contra todo lo relacionado con el mundo militar.
Pero no todos los principios aguantan el reto de la coherencia y cuando se trata de defenderlos, una cosa es pasar la noche en una comisaría por quemar una papelera y otra muy diferente es que nos bombardee Rusia. Con las imágenes de los primeros misiles cayendo sobre Kiev el pacifismo europeo dio la espantada y hoy los miembros de la Alianza hablan abierta y públicamente de incrementar la inversión en defensa a unos niveles hasta hace poco impensables. En la Europa de los años ochenta, algo así seguramente habría supuesto la caída del gobierno.
España no es una excepción, hemos pasado del “OTAN no. Bases fuera” a no rechistar cuando se aumenta el gasto en recursos militares, tanto humanos como materiales. Nuestro país sigue a la cola de la Alianza en inversión en defensa, pero hemos avanzado bastante y vamos camino de convertir nuestra industria armamentística en una de las más potentes de la UE mientras seguimos ascendiendo a nivel mundial. Tenemos en marcha el desarrollo de armas tan importantes como el submarino S-80, participamos en la fabricación del futuro caza europeo de quinta generación o el vehículo blindado Dragón, sin hablar de la destacada cartera de clientes que tiene nuestra industria naval militar. Todo esto sin que el pacifismo haya abierto la boca.
Y si la amenaza rusa nos ha llevado a aplicarnos el refrán de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar...”, la victoria electoral de Donald Trump le dará el empujón definitivo a ese giro de 180º en la mentalidad europea en la materia. El próximo inquilino de la Casa Blanca ha dejado muy claro que su país no va a seguir siendo el que soporte la mayor parte del gasto militar de la Alianza y exigirá a sus socios que cumplan su compromiso de invertir el 2% del PIB en defensa y además advierte de que exigirá durante su legislatura llegar al 5%. Para hacernos una idea basta pensar que España solo llega al 1,28% en este capítulo.
En fin, que al final es posible que gracias a Putin y a Trump tengamos unas fuerzas armadas adecuadamente pertrechadas porque, por muchas tonterías que diga la ministra de Defensa, ahora mismo no lo están. Es cierto que tampoco lo están las de los demás socios europeos de la OTAN, pero los españoles somos los últimos de la fila.
Por otro lado, es esencial ese proceso de mejora y modernización de todos nuestros recursos militares porque, en una situación de guerra, el talón de Aquiles de todos los ejércitos europeos es el demográfico. Tenemos pocos soldados porque cada vez tenemos menos jóvenes, la profesión militar no es atractiva en cuanto a expectativas de futuro, nos hemos vuelto demasiado cómodos y egoistas para dejarnos matar por nuestro país y, desde luego, pocos son los estúpidos que lo harían por sus gobernantes. Y eso Rusia lo sabe.
Aquellos que estén planteándose la alternativa "Pedro Sánchez" de utilizar inmigrantes, legalizados a toda prisa para realizar las tareas que no queremos hacer los españoles de origen, pueden irse olvidando. Una cosa es trabajar en la hostelería o en la construcción y otra muy distinta es ir a dejarte matar por un país que no es el tuyo.
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