La última cacicada de nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido sin duda la de decidir, de modo unilateral y sin consultar al Parlamento, aumentar el gasto en defensa hasta el 2% antes del final del año (10.471 millones de euros), plegándose así a las exigencias de Donald Trump y de la OTAN, y colocando a sus socios de gobierno en una posición, cuando menos, incómoda.
Después de la “machada” de viajar a China en solitario desafiando la guerra arancelaria declarada por Estados Unidos al mundo, ha sorprendido la sumisión que Sánchez ha mostrado a la hora de plegarse a las exigencias del presidente norteamericano en el capítulo de la seguridad europea que, siendo importante y necesitado de una actualización, no es sin embargo una prioridad de primer orden para Europa, y aún menos para España.
Ha debido estar sometido a una gran presión por los socios de la Alianza Atlántica y por la misma UE para tomar a las bravas una decisión que ha generado aún más descontento entre el menguante número de aliados que el PSOE tiene en la Cámara Baja y que le lastrará electoralmente. El voto “progre” lleva muy mal lo de gastar una fortuna en armas mientras la vivienda es cada día más un artículo de lujo para el español medio. Y hay que reconocer que en este punto tienen razón.
Por otro lado, el presidente ha intentado que su plan de rearme no lo parezca tanto y ha dividido los casi diez mil quinientos millones de euros en varios capítulos, destinando estrictamente a armamento el 19% de ese dinero. El resto se divide en inversión en recursos técnicos, informáticos y cibernéticos para las Fuerzas Armadas, en mejorar los salarios de los militares y su preparación, también en recursos para atender emergencias y desastres naturales, y en los cascos azules españoles desplegados por el mundo.
Es un plan de rearme “atenuado” que tiene un matiz social y económico, adaptado en lo posible a sus socios para que las fracturas que provoque en la coalición no resulten mortales de necesidad para el Gobierno. Sánchez incluso incidió durante su comparecencia en el empleo que creará esta inversión en defensa y en el avance que implicará para la industria del sector y para la investigación y desarrollo de tecnología.
También insistió en que ese dineral se sacará prácticamente del aire, sin tocar el gasto social ni subir impuestos. Solo recortando unas partidas aquí y allá, más la riqueza generada gracias a su gestión y utilizando dinero europeo. Y voilà, diez mil quinientos millones.
El problema es que el peculiar plan de rearme se ha presentado a la aprobación de la Unión Europea y de la OTAN, y no parece fácil que entiendan que lo de subirle el sueldo a los militares, comprar material para extinguir incendios forestales o invertir gran parte de ese dinero en industrias o empresas con el objetivo de crear empleo y aumentar la productividad pueda servir para luchar contra los rusos.
La OTAN nació para defendernos de la antigua URSS y está en su naturaleza volcar sus recursos hacia el Este, sin embargo, para España la principal amenaza en materia de seguridad siempre ha procedido del sur. El mundo ha cambiado y quizá con él la convergencia de intereses con la Alianza.
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