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Sábado, 12 de Abril de 2025

No son pocos los que se han sorprendido al conocer la noticia de que una empresa dedicada a la ingeniería genética ha tenido la ocurrencia de reproducir un lobo gigante denominado huargo que se extinguió hace 12.500 años. La empresa lo ha calificado, con excesivo optimismo, como la “desextinción” de la especie.

Este tipo de lobo vivió en América del Norte en el Pleistoceno y se caracterizaba por tener el pelo blanco, ser bastante más grande que el lobo común, también mucho más fuerte, con mandíbulas extremadamente poderosas y mayor masa muscular que sus actuales descendientes. No es por casualidad que se le denomine “Aenocyon dirus”, “lobo terrible”.

Y con esa carta de presentación no parece demasiado inteligente que la empresa en cuestión, llamada Colossal Biosciences, ubicada en Texas, haya gastado un capital en recrear un animal extinto que es evidentemente una amenaza para el ser humano. Podían haber hecho lo mismo con un bicho que no pudiera comernos, algo así como lo que hicieron con la oveja “Dolly”, o algún tipo de ratón de laboratorio de la época jurásica, pero irse directamente a una fiera de dimensiones, fuerza y agresividad desconocidas hoy día no parece lo más inteligente por parte de una empresa que debe estar llena de gente lista.

Imaginen, con el perjuicio que ya provoca nuestro lobo ibérico entre los ganaderos del norte de España, qué sucedería si alguno de los ejemplares “desextinguidos” acabara suelto por cualquier sitio donde hubiera personas, reses o ambas. Evidentemente, nadie puede discutir el éxito del experimento de Colossal Biosciences, aunque también está claro que la brillantez científica no garantiza el sentido común.

Por otro lado, la comunidad científica matiza los resultados anunciados por la empresa tejana y aclara que hablar de “desextinción” es interpretar con excesiva generosidad los resultados de un experimento que ha consistido en alterar células de lobos actuales para que los futuros ejemplares parezcan lobos huargos y reproduzcan algunas de sus características físicas. Pero insisten en que se trata de lobos tuneados y no en la reproducción de una especie desaparecida hace más de diez mil años.

Desde el punto de vista de la ética, otros científicos cuestionan la moralidad y la utilidad de devolver a la vida, o reproducir, especies extintas por determinadas circunstancias y en determinado momento de la evolución para dejarlas caer en el mundo del siglo XXI.

Los humanos parecemos incapaces de hacer nada bueno con nuestros propios avances y al igual que lo primero que se nos ocurrió al descubrir la pólvora fue utilizarla para matarnos entre nosotros o, más recientemente, utilizar la inteligencia artificial para cometer diferentes delitos, ahora empleamos los avances en genética para tratar de reproducir a un animal que estaría encantado en devorarnos.

Con esos antecedentes, seguro que lo próximo que se les ocurre a los científicos de  Colossal Biosciences es hacer clones de Donald Trump por si las cosas no van lo suficientemente mal en el futuro.


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