Nuestro Gobierno continúa con su irresponsable actitud de ir cediendo soberanía a los partidos secesionistas catalanes y vascos sin que parezca importarle que en el futuro será complicado para cualquier presidente revertir esas concesiones.
Esta semana Exteriores ha insistido en Bruselas para que el catalán se convierta en un idioma oficial más en la UE y de esta forma cumplir otra de las cesiones a los partidos separatistas catalanes para que Pedro Sánchez pueda seguir aferrado al poder.
Por otro lado, se hacen nuevas concesiones competenciales a las policías vasca y catalana, incluso la cesión de puertos y aeropuertos, lo que implica ceder soberanía al reconocer a las autonomías el control sobre su espacio geográfico, que sin duda los secesionistas convertirán en fronteras interiores dentro del territorio nacional. No sería sorprendente que dentro de poco exijan pasaporte para volar a Barcelona desde cualquier otra ciudad española.
Con su habitual egocentrismo e irresponsabilidad, Pedro Sánchez está regalando lo que no es suyo para mantenerse un día más en La Moncloa sin importarle, obviamente, la herencia que dejará a quien le suceda, que estará condenado a convertirse en el “malo” de la película cuando empiece a recuperar las atribuciones estatales de las que el PSOE jamás debió disponer porque no le pertenecían. Si existiera un delito de malversación de competencias públicas, probablemente Sánchez sería el primero en acabar en la cárcel.
La opción “B” a la que se pueden ver tentados los futuros inquilinos de La Moncloa es la de dejar las cosas como están para evitar perder votos en las autonomías independentistas, pero esa no es en absoluto una buena idea pues, evidentemente, catalanes y vascos seguirían pidiendo más a los futuros presidentes del Gobierno.
La única ventaja que tenemos frente a los constantes desmanes de Pedro Sánchez es que, por una vez, las instituciones europeas juegan de parte de aquellos que se oponen a los secesionistas. A Bruselas no le hace ninguna gracia lo de tener que pagarle a Sánchez la permanencia en la Presidencia reconociendo el catalán como otro idioma oficial europeo, cuando varios Estados miembros de la UE tienen problemas similares con comunidades o territorios dentro de sus respectivos países. Pagar el chantaje secesionista en España significará abrir esa misma puerta a todos aquellos que pretendan escindirse de sus respectivos países en Europa.
Y la irresponsabilidad de nuestro Gobierno abre otra peligrosa puerta a la que la Comisión Europea y el Europarlamento temen más incluso que a una eclosión independentista en Estados miembros: que la UE empiece a desmembrarse, a perder trozos de territorios constituidos como nuevos Estados que no serían miembros del club europeo.
Porque algo que no explican los secesionistas a sus seguidores es que un País Vasco o una Cataluña independientes quedarían automáticamente fuera de la Unión y, de pretender acceder como nuevos Estados a la UE, lo tendrían que hacer en las mismas condiciones que Ucrania o Turquía, cumpliendo un proceso de admisión que supone décadas de espera. De entrada tendrían que acuñar su propia moneda que, como nuevos Estados, tendría un valor irrelevante e inspiraría una confianza cero en los mercados internacionales. Lo de “ganar” la independencia puede sonar muy romántico, pero es carísimo.
Y todo este follón por un ególatra que se niega a abandonar el poder en un esfuerzo que la corrupción en su Gobierno, en su partido y en su propia familia convertirán en inútil.
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