A Marc Rutte, secretario general de la OTAN, le ha faltado tiempo para salir corriendo hacia Estados Unidos y reunirse con el presidente electo Donald Trump con el objetivo de enterarse de primera mano si la nueva Administración norteamericana nos va a dejar tirados ante Rusia.
Por desgracia, al mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están los mismos políticos de la UE que nunca se han caracterizado por su capacidad de decisión, valor o por su resolución a la hora de enfrentarse a los problemas, y ello convierte a la Alianza Atlántica en un pájaro con las alas cortadas. Como todos sabemos y padecemos, el primer objetivo de un europolítico es salvar su propio trasero y, el segundo, cumplir con rigor los obetivos de corrección política necesarios para salir reelegido. De ese rebaño se saca al secretario general de la OTAN. De aquellos barros, estos lodos.
Los países de la Alianza se han cagado patas abajo -y perdón por la expresión- cuando han visto que Putin lanzaba un misil balístico hipersónico sobre Ucrania cargado con ojivas convencionales.
Al secretario general Rutte, que obviamente no tiene perfil de haber hecho la mili en Operaciones Especiales, parece preocuparle que Trump nos quite su escudo antimisiles ante la amenaza nuclear rusa. Eso a pesar de que Putin no es más que el buscabroncas del recreo. Va de farol y no se suicidará, ni suicidará al planeta, si no le empujamos a hacerlo.
La posibilidad de que Rusia llegue a plantearse utilizar un arma nuclear depende únicamente de si el presidente Putin ve peligrar su posición o su existencia. Y en este caso extremo, seguramente estudiaría una respuesta limitada sobre territorio ucraniano utilizando un dispositivo nuclear táctico.
Los miembros europeos de la OTAN siempre hemos sido países temerosos de cualquier cosa que altere nuestro círculo de bienestar, y una guerra suele hacerlo. No es tanto por la experiencia histórica que tenemos al respecto, como por el hecho de que los gobernantes europeos saben muy bien que los ataúdes con jóvenes soldados dentro no ganan elecciones.
También nos ha asustado el berrinche que se ha llevado Vladímir Putin porque varios países occidentales han autorizado a Kiev a usar sus misiles contra territorio ruso, y aún más temor ha provocado que responda a los ucranianos con el misil balístico antes mencionado cuando, en realidad, llevan tres años soportando los misiles rusos. Nada ha cambiado, salvo el hecho de que este misil era más rápido. Es cierto que podía llevar carga nuclear, igual que otros muchos de los que están cayendo sobre Ucrania desde el principio de la invasión.
Por desgracia para Rutte y para todos nosotros, en esto Donald Trump tiene razón: Estados Unidos no tiene por qué seguir pagando casi el 70% de la factura de la Alianza, sobre todo cuando lo primero que protege la OTAN es el suelo europeo y a los que habitamos sobre él.
Si Trump cumple su compromiso, y nada parece indicar que no vaya a hacerlo, los europeos tendremos que espabilar, rearmarnos e invertir cantidades ingentes de dinero en defensa. De todos modos, llegado el momento de la verdad, lo de subcontratar nuestra seguridad con EEUU no habría funcionado.
Por cierto, es interesante ver cómo todos los pacifistas europeos, aquellos que durante tantos años han estado rajando de la OTAN y de las fuerzas armadas, guardan un sepulcral silencio desde que le han visto la zarpa al oso ruso.
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