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Jueves, 12 de Diciembre de 2024
Por Fernando Madariaga

El ministro de Peca y Agricultura, Luis Planas, ha sido excesivamente optimista al mostrarse “satisfecho” por el acuerdo alcanzado ayer en Bruselas sobre las cuotas pesqueras para 2025, al menos en lo que se refiere al Mediterráneo y, especialmente, al Occidental, es decir a nuestras aguas y, en consecuencia, a nuestra flota de arrastre.

Hemos visto como en los últimos días ha habido ruido de sables en el sector pesquero andaluz ante la propuesta inicial del Consejo de Pesca de la UE, que pretendía reducir de 130 a 27 el número de jornadas de pesca al año. Una limitación que representaba un 79% menos de actividad respecto a 2024 y la desaparición de la mayor parte de la flota de arrastre del Mediterráneo español, que emplea a 17.000 personas.

Y como siempre pasa con las autoridades europeas cuando los votantes se revolucionan, los ministros del ramo que sea corren a negociar alguna solución que transmita a los perjudicados la sensación de que, tras un intenso debate, se ha logrado un acuerdo que no es el mejor del mundo, pero que resulta menos malo que la propuesta inicial.

En realidad, el pacto alcanzado por unanimidad entre todos los ministros de Pesca europeos es un desastre para la flota, para los profesionales del sector y para los consumidores porque la cosmética a la hora de presentar esos recortes no va a impedir la destrucción de parte importante de la flota arrastrera que faena en el Mediterráneo español, la destrucción de varios miles de puestos de trabajo y la subida de precios de aquellas especies que dejarán de pescarse o que se pescarán menos, y ese estrangulamiento de la oferta disparará los precios.

Lo que ha hecho Bruselas es lo que suele hacer siempre: adornar medidas que implican inevitablemente que el ciudadano medio europeo sea el que sufra las consecuencias. Se trata de sustituir la reducción del número de días que podrá faenar cada barco por una serie de medidas de impacto “ambiental” para una mayor “sostenibilidad” tanto del sector como de los caladeros.

Los barcos podrán salir a pescar los mismos días que este año -hasta 130- si utilizan redes con agujeros más grandes, si respetan paradas biológicas, vedas y utilizan otras medidas en el ejercicio de su actividad que garanticen un menor número de capturas. En resumen, los pescadores podrán elegir entre salir menos días al año a pescar o salir los mismos días pero pescar menos.

El motivo no es, aunque me gustaría, que en Bruselas estén conspirando para joderle un poco más la vida a los europeos que ya están más jodidos. Los responsables de la UE temen por la viabilidad del Mediterráneo, especialmente del que baña las costas andaluzas y las de Levante. Al parecer todos los científicos que entienden del tema coinciden en que si no se aplican inmediatamente restricciones a la pesca en esta zona, muchas especies se extinguirán y nuestras playas terminarán bañadas por un mar muerto.

La finalidad de los drásticos recortes sería, defienden los ministros, permitir la regeneración de esas especies y evitar que el Mediterráneo se convierta en una tumba llena de agua al precio de destruir gran parte de la actividad económica que esos mismos recortes también pretenden salvar. Dolorosa contradicción.

Salvar a las gambas y a los boquerones sacrificando los empleos, vidas y futuros de muchas miles de personas. No me cambiaría por el ministro Planas.


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