Parece que no hemos aprendido gran cosa de lo sucedido en Ucrania y los occidentales seguimos intentando acorralar a Rusia, ampliando nuestro círculo de influencia a esas ex repúblicas soviéticas que deberían formar un cordón de seguridad, y no de inseguridad, entre los dos bloques.
En 2004 empezamos a enredar con Ucrania hasta que logramos expulsar al Gobierno prorruso en 2014 y sustituirlo por uno más cercano a nuestros intereses, con la idea de incluir al país en nuestro ámbito de influencia preparando su ingreso en la UE y en la OTAN. El resultado de esa irresponsabilidad estratégica aún se sigue debatiendo en las trincheras.
Hoy vamos camino de repetir el error con Georgia, donde la reciente victoria electoral del candidato prorruso y su decisión de congelar el ingreso del país en la Unión Europea, ha desatado una oleada de protestas que comenzaron hace cinco días, repitiendo un modelo que empieza a recordar al ucraniano.
Sospecho, aunque no puedo probarlo, que esos disturbios están siendo “animados” o directamente instrumentalizados desde Occidente, como sucedió en Kiev cuando se trató de quitarse de en medio a Víktor Yanukóvich en 2014, y también sospecho que si repetimos la jugada, Moscú también repetirá su jugada, y nos encontraremos con otro conflicto que incrementará aún más la tensión entre bloques. No hay que olvidar que las tropas rusas ya se enfrentaron a las georgianas en 2008 en apoyo de las regiones secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia, lo que también recuerda mucho a las zonas prorrusas de Donetsk y Lugansk en Ucrania.
Ya hemos extendido la OTAN y la UE hasta casi las puertas de Moscú, con nuestros cazas en los países bálticos -España tiene aviones de combate en Estonia- a 500 kilómetros de la capital rusa, hemos metido las narices en Ucrania y ahora comienza la misma historia en Georgia. Todo esto sin olvidar que Finlandia se convirtió en miembro de la Alianza el pasado año, con lo que, salvo Bielorrusia, el resto de los países fronterizos con Rusia por el sur son miembros de la UE y de la OTAN o pretenden serlo.
Evidentemente, Rusia, con o sin Putin, no va a consentir tener al enemigo en su puerta, al igual que Estados Unidos no lo ha permitido con Cuba, a la que ha castigado con todo tipo de medidas de presión desde hace décadas hasta lograr arruinarla.
En los primeros días de la guerra de Ucrania y en este mismo medio, defendí la necesidad de establecer una zona “airbag” entre los dos bloques, siendo esos países fronterizos los que deberían haber quedado como un colchón neutral entre los dos para evitar que un accidente, una decisión precipitada o una irresponsabilidad desencadenara el desastre.
Hoy, a lo largo de más de 1.000 kilómetros de frontera, tenemos a nuestras tropas y a las rusas separadas únicamente por una alambrada. ¿De verdad alguien cree que eso puede terminar bien?
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