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"Como fruta madura"

Opinión

Jueves, 8 de Agosto de 2024
Por Fernando Madariaga

La política oficial de descontrol en las fronteras está produciendo el efecto que parece buscar el Gobierno de hacer caer el número de población nativa para sustituirla por la extranjera.

Los datos ofrecidos ayer por el INE sobre el segundo trimestre del año demuestran que el aumento del número de extranjeros residentes en España duplicó en ese periodo al de españoles de origen.

Los residentes no nacionales crecieron durante ese trimestre en 45.128 personas, mientras que el crecimiento del número de españoles de origen en ese mismo plazo fue de 22.239, quedando el total de la población de España, que no es lo mismo que española, en 48.797.875 habitantes. De ellos, 9.036.416 son extranjeros -entre los que han mantenido su nacionalidad de origen y los que han adquirido la española-, lo que supone ya el 18,51% de la población. Eso sin contar a las personas que se encuentran en nuestro país de forma irregular, una cifra que ni tan siquiera el Gobierno es capaz de concretar.

Aunque ese proceso de desnaturalización de la población comenzó hace ya varios gobiernos, es con el actual de Pedro Sánchez cuando más rápido se está desarrollando el proceso, hasta el punto de que la política de extranjería, bajo la coartada de una falsa solidaridad, se ha convertido en el mejor efecto llamada que ha animado tanto la inmigración ilegal como a las mafias que se enriquecen con el negocio de la trata de seres humanos.

Y para incentivar a más gente a caer en manos de los tratantes o a jugarse la vida en el mar, Sánchez ha tenido la gran idea de anunciar a bombo y platillo la regularización de medio millón de inmigrantes porque sí. Por supuesto, como lo hacen los buenos déspotas: sin debatirlo en el Congreso.

Tras este planteamiento, la gran pregunta que subyace es ¿qué objetivo pretende conseguir el Gobierno? Porque el resultado de esta política es matemáticamente conocido a la vez que irrefutable: si la progresión sigue aumentando, como viene haciendo hasta ahora, en no muchos años la población mayoritaria en España no estará formada por españoles de origen.

Más aún, continuando con esa hipótesis, es también lógico pensar que, con algo más de tiempo, aparecerán partidos políticos formados por extranjeros de origen que podrían llegar a tener una mayoría suficiente como para que nuestro país terminase siendo gobernado por extranjeros, incluso terminar dependiendo de un gobierno de otro país, en definitiva, una colonia dependiente de una metrópoli extranjera o, incluso, siendo parte de otra nación, que es lo que pasa cuando te invaden. Y que nadie caiga en el simplismo de creer que una invasión solo se puede hacer con tanques y soldados. Basta con que vean la actual realidad de Ceuta y Melilla; fue el fallecido rey Mohamed VI el que declaró hace décadas que estas ciudades españolas “caerán como fruta madura”. Los que conocen la situación en ambas ciudades saben de qué estoy hablando.

Bien, pero estas reflexiones siguen sin contestar a la pregunta inicial sobre el objetivo que pueda perseguir el Gobierno de Pedro Sánchez desnaturalizando el país o debilitándolo ante potencias extranjeras.

Por otro lado, sorprende el silencio de Bruselas ante un problema que afecta y amenaza directamente a los 27. No olvidemos que la inmensa mayoría de la inmigración irregular no se queda en España sino que sigue su camino hacia el norte de Europa y, teniendo en cuenta que en todos los países miembros cuecen habas, en no demasiados años no tendremos la falacia de la “Europa multicultural” a la que tanto se refieren los altos cargos de la UE para no reconocer directamente su ineptitud para controlar nuestras fronteras, sino que nos encontraremos a culturas pugnando unas contra otras dentro de nuestro territorio nacional, porque no todas las del planeta son pacíficas, ni todas saben o quieren convivir.

El resultado de esa falsa “solidaridad” consistente en dejar entrar a una persona en España para abandonarla cuando desembarca y dejarla en la calle, sin derechos y sin identidad, condenándola a que se busque la vida como pueda, no va a terminar en esa “sociedad multicultural” de Antoñita la Fantástica sino en “El Choque de Civilizaciones” de Samuel Huntington.


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