El Tribunal Supremo lleva al Constitucional la Ley de Amnistía, el fiscal general del Estado se niega a obedecer la decisión del Supremo sobre el nombramiento de Dolores Delgado, los ministros del Gobierno acusan abiertamente de prevaricador al juez que ha imputado a la mujer del presidente...
Si estos no son síntomas de una profunda crisis institucional y de la necesidad racional de convocar elecciones anticipadas, entonces sin duda merecemos la clase política que tenemos.
Más aún cuando resulta evidente que el presidente del Gobierno está tomando conscientemente decisiones injustas, cuando no ilegales, o que perjudican a los intereses nacionales, solo por mantenerse en el poder. Todo lo relacionado con los golpistas catalanes y con el papel de colaborador necesario que está desempeñando Pedro Sánchez para que queden impunes y puedan volver a intentar la secesión, convierte al presidente en partícipe del delito.
Añadan a este patético retrato de la realidad política española el hecho de que nuestro presidente del Gobierno está actuando bajo coacción desde que Marruecos le pinchó su teléfono con el famoso programa espía Pegasus. Viendo el giro dado por Sánchez en muchas de las decisiones que afectan a Marruecos, nos podemos hacer una idea de lo comprometedora que debe ser la información que le han sacado del móvil. Lo que, obviamente, lo convierte aún más en un presidente incapacitado para gobernar al estar tomando decisiones de Estado bajo coacción. Por menos de eso, Biden ha renunciado a la posible reelección bajo amenaza de ser legalmente incapacitado.
Resulta evidente que el Gobierno es demasiado débil al quedar sus decisiones siempre sometidas al “placet” de partidos minoritarios, algunos hasta marginales, y a la voluntad de Estados extranjeros, mientras se agrava esa crisis institucional a la que no son ajenos los partidos de la oposición, empezando por el PP, que siempre pudo evitar todo esto llegando a un acuerdo con los socialistas formando un ejecutivo de coalición, como hacen los países civilizados con políticos que no tienen tanta avidez por el poder como los nuestros.
Es cierto que los populares ganaron las pasadas elecciones generales, pero pedirle un gesto de grandeza política similar al PSOE de Pedro Sánchez no merece ni comentario. Por eso debió hacerlo el PP, aunque fuese injusto, era el mal menor.
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