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¿Equilibrio imposible?

Opinión

Miércoles, 24 de Julio de 2024
Por Fernando Madariaga

Llevamos ya un par de meses polemizando sobre el turismo, sobre el impacto que están suponiendo los apartamentos de esta naturaleza en el precio de la vivienda, sobre si hay que establecer una tasa turística o aumentarla en aquellos municipios que ya la aplican, en resumen debatirnos si la población nativa ha de convivir con el turismo o al revés.

Ya adelanto que no sé la respuesta, ni tengo una opinión determinante que me permita decirle al lector que la solución es esta o aquella. Lo único que tengo claro es que hay que consultar con los mejores expertos en la materia y hay que actuar con una enorme prudencia para evitar pegarnos un tiro en un pie.

He visto en televisión incluso manifestaciones contra determinados tipos de turismo, por supuesto también contra los apartamentos turísticos, y siempre me pregunto cuántos de los que se manifiestan viven precisamente del turismo o están buscando vivienda en ese sitio precisamente porque trabajan para el turismo.

El equilibrio no es fácil. Le he dado muchas vueltas a este asunto y empiezo a preguntarme si ese equilibrio es posible.

En lo que respecta al impacto de los alquileres turísticos en el preexistente problema del precio de la vivienda en España, no podemos perder de vista que el origen del mismo está en una escasa oferta frente a una creciente demanda y en haber convertido en objeto de especulación todos los derechos esenciales de los ciudadanos.

No han sido los turistas los que han encarecido las casas, fueron los bancos, hace ya décadas, cuando descubrieron que las hipotecas eran el mejor medio para cobrarle al español medio por su vivienda mucho más de lo que realmente valía. La avaricia que despertó en los propietarios lo del alquiler turístico vino mucho después, cuando aprendieron de sus bancos que la propiedad inmobiliaria era un medio de enriquecimiento rápido y, en muchos de los casos, opaco a Hacienda.

Creo que los sucesivos gobiernos, tanto del PSOE como del PP, han contribuido pasivamente a que el problema se convierta en estructural al negarse a realizar una política de Estado de vivienda pública a precios asequibles. Teniendo en cuenta que la eficacia de un plan así solo habría empezado a notarse tras unos 20 años, ninguno de los dos partidos ha tenido el más mínimo interés en invertir en promociones inmobiliarias que podían llegar a inaugurar los del partido contrario. Austria, uno de los mayores ejemplos europeos en política de vivienda pública -en Viena una de cada cuatro es pública- ha tardado un siglo en construir su parque inmobiliario público a precio reducido. Para lograr ese objetivo hace falta, de entrada, una clase política de un nivel del que, obviamente, carece la nuestra.

Y teniendo en cuenta que nuestras ciudades turísticas tiene el problema hoy y no dentro de cien años, parece coherente tomar medidas que limiten el impacto del turismo en algo tan esencial como la vivienda. Las iniciativas dirigidas a sacar de la oscuridad fiscal a todos esos apartamentos turísticos ilegales parece, a primera vista, una de las más eficaces: cuando el propietario de cualquier inmueble ingrese 1.000 euros por semana y tenga que pagar los impuestos que le corresponden, o incluso los nuevos que se creen para esta actividad habida cuenta de su desmedida rentabilidad, a lo mejor ya no resulta el negocio del siglo. Limitar el número de este tipo de alquileres en cada comunidad suena también coherente con el objetivo de evitar la actual saturación, al igual que las medidas municipales para establecer un porcentaje máximo de este tipo de alquiler en relación al número de empadronados en cada zona.

En resumen, cualquier medida que sirva para que el poder público controle la voracidad del mercado privado, será útil para solucionar, en un futuro, el problema. Lo que significa que lo que debemos evitar es pretender soluciones radicales que den resultado de un día para otro y a políticos que se conviertan en la Santa Inquisición del turista para ganar votos.

No olvidemos que en este país somos muchos los que, directa o indirectamente, vivimos del turismo.


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