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Domingo, 24 de Enero de 2021
Por Fernando Madariaga

No es fácil a estas alturas que nuestros gobernantes nos sorprendan por su incompetencia y falta de sentido común y, aún así, continúan superándose en episodios tan ridículos como lo de descabezar a las Fuerzas Armadas porque alguien ha gritado "fuego" sin haber visto siquiera humo.

Al ministro del Interior y a la de Defensa les ha faltado tiempo para arrojar a sus oficiales a los pies de los caballos solo porque los lamentables medios de comunicación, en el actual papel que hemos asumido de infalibles inquisidores, nos pusimos a gritar a los cuatro vientos que el jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) y otros altos oficiales se habían puesto la vacuna contra el COVID-19 saltándose la prelación establecida y, lo que es mejor, sin tener ni idea de cuál es ese orden en el protocolo de las Fuerzas Armadas.

Grande-Marlaska, ministro meapilas del Interior, ni tan siquiera preguntó y destituyó, de modo tan radical como estúpido, a un teniente coronel de la Guardia Civil por haberse vacunado siguiendo el protocolo militar. “Para dar ejemplaridad”, según fuentes del ministerio citadas por los grandes medios de comunicación. Lo que significa que Grande- Marlaska tomó una decisión, no solo estúpida por lo que supone debilitar la cadena de mando sino, además, injusta.

Es cierto que este ministro nunca ha sido conocido por su arrojo, pero lo del “cese fulminante”, en el que tanto insisten los medios, para salvar el propio culo, no ayuda mucho a que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se sientan apoyados por el Gobierno.

Casi la misma historia se repitió poco después con el Jemad, el general Miguel Ángel Villarroya, aunque este dimitió por no perjudicar a las Fuerzas Armadas, insistiendo en que solo había cumplido el protocolo establecido por Defensa.

Tampoco importa, la ministra Margarita Robles, de la misma forma que se pasa el día dando el coñazo con lo bien que reparten magdalenas o hacen de limpiadoras los militares, tampoco estaba dispuesta a proteger a esos mismos soldados que tanto dice admirar.

No ha tenido inconveniente en aceptar la dimisión del Jemad a pesar de que, en base a lo que se sabe hoy, el general actuó correctamente.

Es de sentido común que, en situaciones críticas como una guerra o una pandemia, primero se proteja a los altos cargos de todas las instituciones esenciales para el funcionamiento del país, desde la Jefatura del Estado hasta el Gobierno y, obviamente, al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, que es lo que establece ese protocolo militar.

Imaginen a las tropas que tenemos ahora desplegadas en zonas hostiles -que ya han sido vacunadas siguiendo ese mismo protocolo- infectadas por el COVID. Imaginen la defensa nacional o la seguridad ciudadana descabezadas porque jefes y oficiales han caído enfermos.

Imaginen además ese panorama con ministros ineptos y cobardes al frente de esas dos áreas tan esenciales.

De nuevo, la infamia de nuestros representantes políticos nos obliga a admitir lo poco que hemos cambiado cuando ya, alrededor del año 1200, el Cantar de mio Cid decía lo de "¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!".


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