Israel perderá y Benjamin Netanyahu perderá. Asesinar al líder de Hizbulá, Hasán Nasralá, la pasada noche solo empeorará esa realidad. El antecesor de Nasralá, Abbás al-Musawi, corrió su misma suerte en 1992 y desde entonces Hizbulá se ha hecho infinitamente más fuerte.
Israel no logrará esa victoria absoluta que solo conseguiría con un genocidio de tal dimensión que desplazaría al Holocausto nazi al segundo lugar en la Historia. Y Netanyahu no logrará escapar a la justicia de su país aunque sí seguramente a la internacional, por lo que su interés en boicotear cualquier acuerdo de paz en Gaza y Líbano no va a impedir que acabe siendo sentenciado como cualquier delincuente.
El Ejército de Israel, que ha sobrevalorado sus capacidades militares olvidando además que, como demuestran Irán y Yemen, los enemigos aprenden de sus errores pasados y evolucionan, no tiene capacidad para culminar el genocidio que está cometiendo en Gaza y aún menos para acabar con el Hizbulá libanés; bueno salvo que Netanyahu ordene hacer explotar una bomba nuclear en la zona arrasando su propio país.
Todos sabemos que los israelíes no podrían mantener abiertos dos frentes si no fuera por la incesante ayuda norteamericana pero, aún así, las posibilidades de éxito son nulas. Eso sin contar con el hecho de que Estados Unidos está a las puertas de las presidenciales, que su opinión pública es cada día más contraria a la actuación israelí en Gaza y que dentro de Israel también crecen las protestas por la desidia del Gobierno a la hora de lograr la liberación de los rehenes que puedan quedar vivos.
Los israelíes solo tienen un modo de garantizar la seguridad de sus fronteras tanto con Palestina como con Líbano, y ahora mismo están haciendo justo lo contrario para conseguirlo. Por cada civil muerto en cualquiera de los dos frentes, Hamás y Hizbulá ganan una media de cinco reclutamientos voluntarios. El deseo de venganza es un incentivo muy poderoso para sumarse a una causa. Ni el Estado Islámico tras lo de las Torres Gemelas consiguió crear a tantos yihadistas como está haciendo Israel.
Hamás ha prosperado en Gaza por el vacío de Estado dejado por la Autoridad Nacional Palestina, que gobernó de forma corrupta e inepta la Franja hasta que los palestinos le dieron la patada en las elecciones de 2006, cuando, aún estando Gaza bajo ocupación israelí, Hamás ganó con mayoría absoluta. En Líbano, el Gobierno instalado en Beirut renunció ya hace muchos años a extender su autoridad al sur del país, donde Hizbulá ha montado un Estado “paralelo” ganándose a la población ofreciéndole de forma gratuita los servicios públicos que debió prestar el Gobierno central en vez de preocuparse únicamente de las élites, la mayoría cristianas, que se reparten la riqueza, influencia y el poder en el país.
Llegará un día que Israel comprenderá que debe copiar a Hamás y a Hizbulá, ocupando el vacío de Estado dejado en ambos territorios para ganarse a las poblaciones que ahora dan cobijo a sus enemigos, “conquistar sus corazones y sus mentes”, como afirmó el general francés Hubert Lyautey durante la guerra colonial en Vietnam. Si bien, en este caso habría que ampliar el concepto e incluir sus estómagos.
En todo caso, ese proceso de "absorción consentida" llevaría décadas. Lograr disolver todo el rencor acumulado en ambas partes precisará mucho tiempo pero la otra opción, la de la victoria de uno de los contendientes, requerirá mucho más de todo, tiempo y muertos.
Comentarios potenciados por CComment