Veinticuatro horas después de haber tomado posesión como president de la Generalitat, Salvador Illa, ya ha empezado a liar otro follón con esa dialéctica soterrada y semiopaca con la que los socialistas hacen equilibrio para mantener a Pedro Sánchez asido a La Moncloa.
En la toma de posesión de los miembros de su Gobierno celebrada esta semana, Illa se refirió a una “España plurinacional en una Europa de horizonte federal”, probablemente para mantener contentos a los socios independentistas que han permitido su investidura. Una concesión más en el primer día de un president que va a sobrevivir día a día a base de ceder, algo que Illa conoce bastante bien de su tiempo como ministro de Pedro Sánchez.
No obstante, lo de la “plurinacionalidad” de España plantea bastantes dudas legales y aún más constitucionales, pues lo primero que caracteriza a un Estado plurinacional es la asimetría constitucional y, para alcanzarla en nuestro país, haría falta reformar la Constitución, casi habría que destruirla, algo para lo que, gracias a Dios, Sánchez no cuenta con la mayoría suficiente.
La plurinacionalidad es la última oportunidad, la solución desesperada para territorios que se están desmembrando, en muchos casos de forma irremediable. Aquí sin embargo estamos haciendo el camino inverso al ser el Gobierno central el que abrió este debate y el que hoy lo está animando. Y a nadie escapa que no ha sido solo el PSOE el que ha dado alas al secesionismo catalán y vasco desde que tenemos democracia.
Aunque sí se detecta mala fe en el discurso del socialismo que interpreta Salvador Illa al intentar que los españoles nos acostumbremos a oír hablar de “plurinacionalidad”, hasta que, por repetición, normalicemos y aceptemos la idea en nuestro cerebro de rebaño como una alternativa menos mala que la del independentismo puro y duro.
Resulta paradójico, probablemente único en la Historia, que el presidente de un gobierno conspire para acabar con el país que gobierna con el fin de poder seguir gobernándolo. Seguro que cualquier psicólogo podría hacerse el doctorado con un caso como el de Sánchez.
Cuestión aparte y volviendo a la realidad, la plurinacionalidad de la que habla Illa arroja importantes incógnitas empezando por qué hacer con la figura del Jefe del Estado o con las Fuerzas Armadas.
Aceptar el discurso socialista significa reconocer que España es un país en descomposición.
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