La uniforme insistencia de los grandes medios de comunicación en culpar de la fuga de Carles Puigdemont a los Mossos d'Esquadra y a las Fuerzas de Seguridad del Estado apunta a un nuevo episodio del rey desnudo al que no queremos ver.
Dejar a los Mossos de ineptos es mejor que llamarlos delincuentes, pero el hecho de que algunos de ellos estén implicados en esta segunda fuga de Puigdemont apunta más a que no había intención de detenerlo que a ineficacia.
En las imágenes de televisión pudimos ver que el fugado pudo ser detenido perfectamente en cualquier momento de su aparición pública y que, a pesar del despliegue policial, ninguno hizo lo mas mínimo por cumplir con su obligación legal, lo que no los convierte en torpes sino en presuntos delincuentes.
Por otro lado, hay que verle el lado positivo al asunto: si se confirma que deliberadamente la policía autonómica no actuó, tendremos la certeza de que esos agentes no son leales ni a España ni a Cataluña, sino únicamente a los partidos secesionistas, lo que les incapacita para ser funcionarios públicos y, desde luego, obliga a replantear la relación de las Fuerzas de Seguridad del Estado con unos Mossos que solo son fieles al independentismo.
De la misma forma, Policía Nacional, Guardia Civil y el Ministerio del Interior no se libran de la quema. Si resulta muy difícil creer que los Mossos tiene ese grado de ineficacia, aún más increíble es que los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad del Estado no estuvieran al tanto de los planes de Puigdemont y que no fuera detectado al cruzar la frontera. Incluso el Centro Nacional de Inteligencia, dependiente de Defensa, tenía que haberle estado siguiendo en el extranjero. ¿Alguien se cree que ni Policía ni Guardia Civil tienen infiltrados de alto nivel en el independentismo catalán? Llenaron de topos durante años una organización terrorista como ETA hasta destruirla completamente, ¿no van a ser capaces de hacer lo mismo con esta piara de mamarrachos?
Y aunque eso no excluye la responsabilidad de funcionarios que tienen la obligación legal de perseguir delitos, también hay que preguntarse qué ordenes recibieron del Ministerio del Interior y, a la vez, qué ordenes dio al respecto el presidente del Gobierno al ministro Fernando Grande-Marlaska.
Desde luego, pretender hacernos creer que todas esas decenas de miles de policías, con todos los recursos de los que disponen, son unos inútiles es, simplemente, mentira. Por mucho menos de esto, en cualquier país de la Europa de verdad, el ministro del Interior ya habría dimitido o habría sido cesado por el presidente. Y en cualquier país de esa Europa de verdad, el Pedro Sánchez de turno tendría que convencer al Congreso de que no dio la orden de no detener a un fugado de la Justicia. Algo que también resulta muy difícil de creer ya que es precisamente Pedro Sánchez el que más habría perdido si se hubiera detenido a Puigdemont: nada más y nada menos que su amado sillón en La Moncloa.
En conclusión, el presidente del Gobierno tenía el móvil y la capacidad para cometer el delito, lo que lo convierte en el principal sospechoso. Eso pueden deducirlo hasta los Mossos.
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