Elon Musk ha anunciado esta semana que robots “humanoides” empezarán a trabajar en la línea de montaje de Tesla en 2025, adelantando lo que parecía ciencia ficción hace solo unos años y presagiando una nueva realidad que la inteligencia artificial (IA) puede convertirse en un sueño o en una pesadilla.
En el planeta básicamente hay dos posiciones respecto a la IA: la de los que aplauden su utilización como el gran avance del siglo XXI y los que recelan de lo que el ser humano pueda hacer con esta poderosa herramienta.
Hasta el momento, los hechos parecen dar más la razón a los segundos. Por los casos que hemos conocido a través de los medios de comunicación, esta inteligencia ha sido utilizada por adolescentes para hacer versiones virtuales de videos eróticos empleando la caras de sus compañeras de clase y los cuerpos creados con esta tecnología, también para disfrazar digitalmente a personajes públicos como el Papa o Barack Obama o para falsificar trabajos universitarios.
Los primeros pasos de la IA, por tanto, recuerdan a los que dio la dinamita tras su descubrimiento por Alfred Nobel, cuando lo primero que hicimos con ella fue utilizarla para matarnos entre nosotros.
El anuncio de Musk no debe haber sido tranquilizador para los millones de trabajadores de las plantas de fabricación de automóviles, que solo serán los primeros en ver amenazados sus empleos. A partir de ahí, parece lógico pensar que cada vez será más frecuente que robots con IA hagan las funciones que hoy realizan humanos. Y también parece coherente pensar que muchas empresas, la mayoría, estarán anhelando que llegue el momento en que dispongan de empleados a los que no hay que pagar cada mes, que no necesitan descanso, ni días libres, ni vacaciones, que no tienen ni reclaman derechos laborales, y si “enferman”, te los reparan en el taller mientras te prestan uno de sustitución.
Y el impacto que la IA tendrá en el mundo laboral será probablemente de los primeros que producirá esa nueva “realidad”, aunque no será el más preocupante ni el más peligroso.
Si se confirma la actual tendencia a utilizar cada vez más esta inteligencia ampliando su aplicación a todos los ámbitos, nos encontraremos finalmente que todo lo que funcione con un ordenador por medio estará controlado por algo que escapa a nuestro control, acercándonos de modo preocupante a esas películas tipo “Terminator” en las que las máquinas acababan aniquilando a los humanos para dirigir el mundo.
Los partidarios de la IA suelen ver en este argumento una falacia de ciencia ficción y consideran que tales temores son injustificados pues los humanos articularemos los mecanismos para la aplicación segura y controlada de esta tecnología.
Sin embargo, según dicen los expertos, esta inteligencia es capaz de tomar decisiones de forma autónoma, aunque no aclaran a favor o en perjuicio de quién.
No debemos olvidar que hace menos de 20 años la idea de que los robots trabajasen sustituyendo a humanos, que los coches circulasen sin conductor o que un drone llevara por el aire la paquetería eran solo argumentos para películas. Nada más que ciencia ficción.
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