Hay gente que se queja por la manía esa que han cogido las turistas aquí en Marbella de ir por la calle cubiertas únicamente con ínfimos bikinis que difícilmente cubren la voluptuosidad que solo pueden conceder esos dos grandes hombres que fueron McDonald's y Burger King. San Chiquito les guarde muchos años.
Sin embargo, ante varios aspavientos de desaprobación de los que he sido testigo por lo que algunos consideran una actitud disoluta de las foráneas, debo recordar a los residentes que por nuestras venas corre sangre de descubridores; somos herederos de aquellos que, siglos atrás y al grito de “por Castilla, por León y por las Barras de Aragón”, surcaron los mares en pos de ampliar las fronteras del imperio con el descubrimiento de nuevas tierras, el sometimiento de las poblaciones indígenas, el saqueo de su patrimonio y, por supuesto, su evangelización voluntaria o, como alternativa, Inquisición obligatoria.
Y no podemos renunciar a ese noble legado, por eso, cuando nos topemos con foráneas ataviadas con el bikini de la Barbie, debemos siempre comportarnos como hicimos con las indígenas cuando Cristóbal Colón le dijo a su mujer que salía un momento a comprar tabaco.
Primero hay que demostrarles que no tienen nada que temer de la gente decente; personalmente recomiendo un afectuoso abrazo con pecaminosos frotamientos. No debemos olvidar que, al igual que las indígenas con los descubridores, las turistas aún no han sido evangelizadas por lo tanto, si no conocen el pecado, no hay pecado. Es como lo de la corrupción política en este país, si no sabes que trincar dinero público no está bien, ¿cómo vamos a condenar a un político?
Por supuesto, tras los roces pecaminosos hay que explicar a la turista que no puede seguir perdida y animarla a que encuentre el camino de la virtud. Es entonces cuando le das un mapa de la Delegación de Turismo, que son de gratis, indicando claramente dónde está tu gruta y la comisaría para que luego pueda denunciarte por lo que sea, que seguro que es verdad. Y si no lo es, fijo que se te ha pasado por la cabeza, ¡guarro!
Por eso, concluyo que no es negativo ab initio que las antiguas indígenas desembarquen en nuestra tierra convertidas en conquistadoras. Sobre todo cuando mantienen la uniformidad reglamentaria. Eso hay que respetarlo.
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