Les advierto, mi indignación es mayor que la de la presidenta de la Junta y la del alcalde de nuestra ciudad cuando se trata de hablar de los Presupuestos Generales del Estado de 2017.
Porque yo entiendo que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, haya decidido no gastar más pasta en trenes de alta velocidad, que eso de ir a trescientos kilómetros por hora no debe ser ni sano, a la vez de asaz peligroso, con esas prisas lo más lógico es que te escoñes.
También le admito al bueno de Cristóbal, que haya optado por gastar menos en sanidad, educación y ayudas sociales, porque lo que hay que hacer para estar sano es ejercicio y comer mucha fruta, y si trincas un par de manzanas en cualquier frutería y echas a correr, consigues ambas cosas sin desequilibrar los Presupuestos Generales. Lo digo como concepto macroeconómico, no porque yo lo haya hecho.
En cuanto a la educación, lo importante es que los nenes aprendan a estar calladitos y a no molestar, y eso hay que enseñárselo en casa, no a base de fondos públicos.
Lo de las ayudas sociales no es que esté mal, es que no funciona. Y lo digo desde la experiencia, porque cuando a mí me invitan a algo siempre quiero más y si me invitan mucho, al final quiero que me paguen por dejarme invitar. Hay poca gente capaz de admitir que tenerlo todo gratis no siempre es bueno; lo sé porque yo no soy uno de ellos.
Pero lo que es inaceptable es que los Presupuestos 2017 no incluyan partida alguna para la cervecilla de mediodía, ni para puros habanos, aunque sean de contrabando. Ni tan siquiera contemplan fondos europeos para interactuar con la comunidad extranjera. A ver ahora, con la prima de riesgo como la tengo, qué valkiria de Banús va a aceptar mis títulos de deuda como forma de pago.
Les digo una cosa, nunca pensé que Cristóbal y Bruselas serían capaces de hacerme esto.
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