A pesar de que hace una década que dejé de cumplir años, la semana pasada fue mi cumpleaños y me di cuenta de que mi pandilla tiene una idea equivocada de mí al detectar en los regalos recibidos que pueden considerarme algo frívolo e incluso hedonista.
Milton
Por fin ha venido un técnico a reparar mi televisión después de que hace unos meses se dejaran de ver todas las cadenas de titularidad pública a la vez. Al ver la pantalla en negro, lo primero que pensé lógicamente es que, con el precio al que está el kilovatio/hora, les habían cortado la luz.
Hoy les proporcionaré útiles consejos para luchar contra una de las principales inclemencias meteorológicas propias del verano. Me refiero al calor, no a los turistas.
Traumática madrugada este amanecer en mi gruta de las Tierras Altas, cuando un puñao gaviotas se pusieron a darse palos en la misma puerta de mi casa. Por los dramáticos graznidos, en un principio pensé que se trataba de turistas británicos, hijos de la reina madre todos ellos, que regresaban a sus apartamentos turísticos ilegales.
Días tristes estoy pasando desde que se me ha muerto la mascarilla. La mía, la de toda la vida, mi Fepepe 2 reglamentaria, auténtica made in China, que aguantó más allá de lo imaginable hasta que el peso de todos los coronaviruses acumulados en el filtro pudo con ella y se le rompió una de las gomillas de la oreja.
Hace unos días tuve una experiencia vital tan intensa que aún hoy estoy reflexionando sobre sus consecuencias en ese microcosmos que es siempre la existencia individual. Fue porque me levanté antes de las once de la mañana y creo que esa vivencia me ha convertido en mejor ser humano.
Tras varios días de sosegada reflexión, se me ha ocurrido la forma de que el proyecto de ley recientemente aprobado que permitirá a las empleadas que padezcan un malestar menstrual incapacitante no ir a trabajar sea extensible también a los varones y alcanzar así una efectiva igualdad entre sexos.
Me ha pasado algo que no me había sucedido jamás, mi tele ha sido víctima de un ataque yihadista y todos los canales de la televisión pública han sido sustituidos por otros en árabe y ahora me paso el día zapeando de mezquita en mezquita, y Chanel sale con burka bailando SloMo, y aún así, tiene su aquel.
A mí también. Como les cuento, también me han espiado el teléfono móvil, al igual que le hicieron al presidente del Gobierno, a la ministra de Defensa y a los independentistas catalanes. La única diferencia es que yo, con mi habitual perspicacia, me di cuenta inmediatamente evitando una grave brecha de seguridad en mis comunicaciones.
Pues yo, haciendo gala de mi habitual solidaridad y empatía, me había ofrecido a acoger a algunas refugiadas ucranianas que supieran poner copas y bailar asidas a una gruesa barra de acero, pero mayores de edad, que desde lo de la redada de la Guardia Civil me di de baja en la ONG “Duque de Feria”.