En el anterior Milton, espacio de reflexión e introspección por excelencia, les conté la verdad de la movida que hubo en el Paraíso y la razón de que fuera una mala idea lo de crear a una valkiria para que el maromo no estuviera solo.
A grosso modo puede parecer cierto, pero hoy, entrando en los detalles, demostraré que no es así.
Porque lo de estar solo tiene indudables ventajas en las que muchos no han caído. Soy la prueba viviente de que la soledad es como lo de estar en el Paraíso en la hora feliz.
Es cierto que, al principio, puede pesar un poco, pero en cuanto hablas con algún amigo que tiene mujer, niños, perrito pequeño de lengua larga, redes sociales y familia en Murcia, lo de estar solo se ve con otros ojos.
En primer lugar porque cuando en mi gruta tengo una discusión conmigo mismo, siempre acabo llevando la razón. Además, en mi casa se come lo que digo yo y cuando pongo lo que hay que poner sobre la mesa, nadie rechista; también soy el único poseedor del mando a distancia de la tele, lo que me convierte en el Pedro Sánchez de la Costa del Sol.
Otra gran ventaja de la soledad es que te puedes permitir el lujo de invitarte a cañas las veces que haga falta, que nadie diga que eres un agarrao.
Y ni les cuento lo de presentar tu candidatura a unas elecciones, que en las pasadas autonómicas de mayo del 23 me puse en la cocina una cacerola a modo de urna, con su tapa por supuesto para respetar el secreto del sufragio, y arrasé. En los mítines aplaudía mis brillantes discurso y jaleaba mi locuacidad.
Mayoría absoluta indiscutible como presidente de la Junta de Andalucía, del Gobierno, del Consejo Europeo, del Europarlamento, de Amazon y de mi comunidad de vecinos.
Es cierto que mis cucarachas protestaron por no tener derecho a voto pero no voy a cometer el mismo error que los Estados democráticos, que le das a todo el mundo el derecho a voto y pasado mañana te están reclamando derechos laborales, a un juicio justo y vacaciones en Benidorm. Cosas de rojos, ya saben.
Uno de mis vecinos sí hizo algún comentario malintencionado de pucherazo pero es que el hombre se presentó por su casa contando con el voto de la parienta, de los críos y del chucho. Error de novatos. A quién se le ocurre pensar que su familia va a votarle. Los hay que no saben perder.
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