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La conspiración del cuscús

Milton

Viernes, 17 de Febrero de 2017

Algunos me tildan de ser algo conspiranoico y de culpar de casi todo lo que me sucede a complots judeomasónicos que actúan apoyados por comunistas y por varias exnovias incapaces de superar lo nuestro.

Pues, para que vean, el otro día fui con unos amiguetes a comer cuscús en un restaurante en el que habíamos hecho una reserva previa. Nada más entrar en el establecimiento, al verlo abarrotado de gente y preguntar por nuestra reserva, intuí que algo no iba bien. Quizá fue mi riguroso entrenamiento militar o mi carácter de ninja el que me advirtió de la situación, pero al ver que un camarero se carcajeaba golpeando la barra con los puños mientras el otro nos daba collejas preguntando si en vez de cus-cus no preferíamos una danone, comprendí que algún problema había con nuestra reserva.

El camarero afirmó que ya no hacían platos árabes porque era una comida un tanto yihadista. ¿Y todos esos que están sentados comiendo cuscús? Entonces me dijo que eran de un congreso que el Estado Islámico estaba celebrando en el Hospitalillo. ¿Cómo que del Estado Islámico, si ése que está en la mesa del fondo es mi dentista con su mujer y los niños, y son de Algete? El camarero sugirió que, a lo mejor, se habían radicalizado. Pensé que podía ser porque el otro día me cobró una fortuna por un empaste.

Sin embargo, el que todos los que estaban comiendo cuscús nos señalasen con el dedo gritando a coro lo de “pardillos, pardillos”, me convenció de que había felino cautivo. Llamé al chef para exigirles explicaciones. Salió de la cocina y nos explicó la Teoría Atómica de Dalton, utilizando incluso la pizarra de las tapas para ilustrar su exposición con gráficos. Al terminar sus explicaciones volvió a la cocina porque, según dijo entre carcajadas, se le estaba enfriando el cuscús.

Alguno de mis compañeros de armas sugirió que nos habían tomado el pelo. Precipitado e irreflexivo argumento propio de un principiante, porque yo adiviné enseguida que todos los presentes en el restaurante mentían: no eran islamistas sino comunistas y masones. Creo incluso que la que nos hacía cortes de mangas desde el fondo era una de mis ex.


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