Pedro Sánchez anunciando ayer que impondrá por ley la paridad entre sexos.
Como sufridos ciudadanos, somos conscientes de que el poco sentido de la responsabilidad que tienen nuestros representantes desaparece cuando nos acercamos a periodos electorales. No obstante, el nivel de estupidez que se ha alcanzado con Pedro Sánchez ha superado a los muchos y patéticos episodios a los que nos tienen acostumbrados nuestros lamentables dirigentes.
Cuando ya llevamos varios días sufriendo el machaqueo constante de las noticias sobre el día internacional de la mujer y del famoso 8M, el presidente del Gobierno se descuelga con la sandez de volver a utilizar la potestad legislativa de las Cámaras para imponer, “manu militari”, la ficción de una paridad entre sexos.
Es curioso no obstante que, desde los primeros años del corto periodo democrático español, la izquierda haya utilizado las leyes principalmente para prohibir, reprimir y castigar la desobediencia y la disidencia, mientras los conservadores, el PP en realidad, lo ha hecho para enriquecerse o enriquecer a sus amigos, lo que viene a ser lo mismo.
Sin embargo, el eufórico Pedro Sánchez volvió a hacer ayer un anuncio de una norma cuya constitucionalidad es más que discutible. Tal vez, como ahora el PSOE tiene las riendas del Tribunal Constitucional, se está soltando la melena; o tal vez, porque aquí de lo que se trata es de que me voten, me da igual que dentro de uno o dos años el Constitucional me eche atrás la norma. Tal vez el presidente ni tan siquiera se ha parado a reflexionar sobre el alcance de esta última chorrada.
Porque, le guste o no, no somos iguales. Ni entre hombres y mujeres, ni entre hombres y hombres, ni entre mujeres y mujeres. Por Dios santo, quién quiere ser igual al resto en una sociedad en la que nos pasamos el día intentando ser diferentes a los demás, incluso al vestirnos, perfumarnos, comportarnos o hasta para destacar en la gilipollez de las redes sociales. ¿Quién quiere ser de Corea del Norte, todos uniformados por igual, para aplaudir enfervorizados las memeces que cuenta el “amado líder"? Les garantizo que cola de candidatos, no hay.
Y ya que no podemos apelar al sentido común de nuestro carísimo ególatra presidencial, sí podemos preguntarnos si se le puede imponer a una cotizada del Ibex o a una lista electoral de cualquier partido una paridad artificial en la que no se atiende a la capacidad o idoneidad de los candidatos, sino a su tipo de aparato genital. ¿Se puede exigir a los accionistas de una empresa privada que elijan a los consejeros delegados de su empresa por sexo? ¿se puede hacer lo mismo con la candidatura de un partido político o con cualquier jurado que haya de decidir sobre un asunto? Creo que no y que la estúpida pretensión es absolutamente inconstitucional.
Pero, por encima de todo, por mucho que moleste a la ministra de Igualdad o al presidente Pedro Sánchez, hay una realidad marcada por la naturaleza y que está en el ADN: no somos iguales, por eso, por encima de ser hombre o mujer, nos denominados individuos. Seres individuales.
Lo único que le falta a este Gobierno de acomplejados es dictar una ley para obligar a que todos tengamos la misma huella dactilar o los mismos datos biométricos. Hace falta ser cretino.
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