Como en las anteriores, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ahora toca la COP26, no ha sorprendido por la originalidad de los argumentos en los discursos de los diferentes líderes nacionales, recriminando a los demás que no hagan nada para impedir el calentamiento global.
Y lo mejor es que todos ellos son conscientes de lo fútil de ese carísimo montaje, en esta ocasión en Glasgow, para explicarle al resto del mundo que deben comprometerse en esa batalla con políticas y hechos concretos, como si el presidente o jefe de Estado al que le toca soltar las sandeces de siempre lo fuera del único país que no contaminara nada en absoluto.
Personalmente, todo este espectáculo de fingido ecologismo reconvertido en negocio a golpe de subvenciones, compras millonarios de derechos de emisiones con fines especulativos y los llamados “bonos verdes”, no es más que otro acto electoral en el que cada político interviniente, que solo asisten a la inauguración y luego se largan, pretende convencer a su electorado de que su gobierno sí que practica el ecologismo y la sostenibilidad para evitar lo que, en realidad, es inevitable.
No soy ningún experto pero, haciendo números y utilizando el sentido común, el cambio climático y el fatal calentamiento global seguirá produciéndose hasta que jodamos totalmente lo que queda del planeta.
Creo que hay tres motivos por el que esto sucederá de forma inevitable, hagamos lo que hagamos. No sé cuál de ellos será más culpable o si lo serán todos a partes iguales, pero de lo que estoy seguro es de que de esta no nos libramos.
Por un lado porque no disponemos de tiempo ni de la tecnología necesaria para darle ese giro de 180º a nuestra forma de vida y dejar de contaminar.
No tenemos opción “B” a los combustibles fósiles y lo de la alternativa eléctrica solo resulta útil para sacarle fondos públicos a todos los gobiernos que tiran alegremente el dinero de los contribuyentes en proyectos fantasma. No disponemos de tecnología para acumular la energía y si alguien cree que lo de cubrir una distancia de 300 kilómetros con un motor eléctrico para luego detenerse 4 horas a recargar la batería es una alternativa, ya puede irse comprando una bici.
Más aún cuando un vehículo eléctrico resulta mucho más caro que uno convencional. Buena forma de incentivar la renovación del parque móvil.
Salvando los grandes proyectos que producen energía limpia que se ha de consumir prácticamente en el acto, nos hemos embarcado en una transformación tan traumática como imposible hacia un idílico objetivo de "emisiones cero" que no va a producirse.
El segundo motivo de la inevitabilidad del calentamiento global es que la evolución histórica, como defienden muchos científicos condenados al silencio por disentir, demuestra que esos cambios son cíclicos y se producen sí o sí. Quizá podamos atrasar ligeramente el fatal desenlace, pero no creo que por comprarnos todos un patinete la cosa vaya a cambiar.
Y el tercer motivo que demuestra la inevitabilidad de lo inevitable, y probablemente el más contundente, somos nosotros, los humanos. ¿A cuánta gente conocen que, de un día para otro, se haya concienciado del problema, no haya vuelto a coger el coche o un avión y se haya fijado como meta del resto de su existencia reducir su huella medioambiental? Pues eso.
El espíritu de la COP26 se resume en una imagen que vi en las noticias: miles de ecologistas llegando a Glasgow en autobuses de gasoil para manifestarse en defensa del clima.
Quizá nos está pasando lo mismo que a los dinosaurios aunque es verdad que, como especie, nosotros merecemos la extinción más que ellos.
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