Al presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, hombre de moralidad, honestidad y patriotismo intachables pues no ha consumido en su vida una ápice de ninguna de esas virtudes, no le supuso esfuerzo alguno mentirle a la cara a la princesa Leonor prometiéndole la lealtad de su Gobierno tras jurar la futura jefa del Estado la Constitución el pasado martes.
Y ello a pesar de que, en el mismo instante de prometer esa lealtad, estaba cerrando un acuerdo con los secesionistas de ERC para aprobar esa inconstitucional amnistía que le convertirá en colaborador necesario de golpistas y de los presuntos terroristas de los llamado comités de defensa de la república (CDR).
Desde entonces, los acontecimientos se han precipitado, sobrecogiendo a los españoles al comprobar que nosotros, la España que hizo esa impecable transición que aún hoy se estudia en todo el mundo como modelo de conversión no traumática de una dictadura a una democracia, estamos muy cerca de terminar siendo gobernados por el candidato que perdió las elecciones, apoyado por una piara de delincuentes y por un batiburrillo de partidos absolutamente minoritarios cuyo modus operandi ha sido el de asimilar que todos los perdedores unidos suman más que el ganador, pervirtiendo así el espíritu de la misma democracia y vaciando de validez el voto ciudadano.
En estas circunstancias, siendo ya plenamente conscientes de que el felón en funciones está dispuesto a vender lo que no le pertenece para seguir asido al poder, sin importarle evidentemente cuán próximo está de la figura del golpe de Estado y del tipo penal de la traición, los españoles, incluido el firmante, republicano convencido, miramos inevitablemente al rey.
A estas alturas parece el único capaz, como jefe del Estado y primer responsable de las Fuerzas Armadas, de poner freno a la amenaza que nuestro propio presidente del Gobierno está perpetrando contra la España constitucional.
Puesto que el mismo Pedro Sánchez no ha tenido inconveniente alguno en traicionar su promesa de cumplir y hacer cumplir el orden constitucional, nosotros, los ciudadanos de a pie esperamos que Felipe VI cumpla sus obligaciones constitucionales y las haga cumplir a todos los miembros de todas las administraciones públicas.
Con la sucesión de indecencias, traiciones, debilidades y cobardías que nos está mostrando en estos días nuestra patética clase política, nosotros, esa inmensa masa gris a la que siempre le toca pringar pase lo que pase, seguimos esperando al rey.
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