Como personalmente los deportes me importan un rábano, el culebrón montado entorno al tenista Novak Djokovic me importa un par de ellos. Creo que, prima facie, Australia es el país de los australianos y tienen derecho a poner sus normas para entrar en él, aunque, por otro lado, toda la situación me ha parecido sobreactuada.
Opinión
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La mayor parte de esos expertos que se pasan la vida observando el desarrollo de nuestras democracias coinciden de forma unánime en que la pandemia no ha supuesto, como esperábamos algunos, un reseteo de sistemas corruptos y enfermos para “renacer” en un mundo menos injusto y desigual. Por el contrario, el coronavirus ha jugado en favor de la injusticia a nivel planetario.
Quizá sea por razones históricas que, cuando llega al poder, la izquierda política siempre ha utilizado la capacidad de legislar como un arma represiva, una herramienta para prohibir y penalizar manifestaciones públicas de ciudadanos que puedan apuntar algún tipo de discrepancia con la línea establecida por el poder constituido.
Cada año le veo menos sentido a esto de celebrar el Día de la Constitución habida cuenta de que nuestra país se aleja, año tras año, del modelo de Estado que pretendía la Carta Magna. Me aburren hasta el hartazgo las vacías declaraciones de la mayoría de los políticos loando un texto constitucional que ni cumplen ni respetan.
Nuestro Gobierno sigue mezclando interesadamente churras con merinas en el tema de la incidencia del coronavirus y las vacunas, estableciendo una falsa relación directa y única entre el actual rebrote de contagios y el tanto por ciento de población no vacunada, con el objetivo de que los que sí lo están culpabilicen a los que no de poner en peligro el próximo puente de diciembre y las navidades.
Es evidente que lo de vacunarse “voluntariamente” era solo un eufemismo y que aceptar la ahora triple inyección iba a terminar siendo una obligación más impuesta a todas las poblaciones manu militari por unos gobiernos europeos a los que cada día cuesta más aceptar los derechos y libertades de sus ciudadanos.
Como en las anteriores, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ahora toca la COP26, no ha sorprendido por la originalidad de los argumentos en los discursos de los diferentes líderes nacionales, recriminando a los demás que no hagan nada para impedir el calentamiento global.