Desde que las tropas rusas invadieron Ucrania a finales de febrero, he esperado pacientemente para comprobar si es que los grandes medios de comunicación internacionales son más lentos que antes a la hora de llegar al lugar de la noticia o si, sencillamente, estamos ante otro conflicto censurado. Ha sido lo segundo.
Opinión
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En Estados Unidos, los presidentes republicanos son los que tienen la fama pero son los demócratas los que cardan la lana, al menos en lo que se refiere a liar follones por el mundo. Y salvo alguna excepción puntual, caso de Bush junior, ha sido históricamente así.
Nunca he comprendido ni compartido la importancia que se le da actualmente en la vida pública a lo de pedir perdón por cualquier cosa. Políticos y famosos de todo pelaje están moralmente obligados a pedir una clemencia ornamenal ante las cámaras por acontecimientos pasados o presentes, fueran o no responsables de los mismas y hubieran nacido o no cuando sucedieron.
Si algo demuestra el éxito organizativo y logístico de la reciente Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid es que los españoles somos los mejores del mundo montando “saraos”, posiblemente herencia histórica y fruto de la larga experiencia que tenemos cuando se trata de festejar algo.
Bien, finalmente parece que hemos encontrado el sentido de la justicia absoluta y que, con todo lo que está pasando en Ucrania, lo de condenar a cadena perpetua a un soldado ruso de 21 años por crímenes de guerra, va a contribuir a hacer la guerra menos injusta, incluso más humana.
Tras soportar con estoicismo la cantidad de estupideces y flagrantes mentiras que los grandes medios de comunicación están contando sobre la guerra de Ucrania, no es mal momento para aclarar algunos aspectos sobre las sandeces que llevamos casi dos meses escuchando en televisiones y periódicos nacionales que, bien por incompetencia bien por dinero, se han convertido en un exponente de libro de las llamadas “fake news”.
Vamos a ver si, tras lo de las elecciones en Hungría, los principales partidos políticos españoles, formados todos ellos por “grandes demócratas”, se empiezan a enterar del resultado que pueden producir los antidemocráticos “cordones sanitarios” a aquellas formaciones o personas que ponen en duda alguno de los dogmas de estos nuevos inquisidores.