No es tan difícil. Los partidos políticos españoles han construido unas relaciones basadas en la no aceptación de lo obvio a base de bloquear la aplicación del sentido común. La llamada ley del “solo sí es sí” de la ministra Irene Montero únicamente es la última y más esperpéntica demostración de la estupidez como forma de hacer política.
Opinión
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Como era previsible, empiezo a leer informaciones en prensa que apuntan a un agotamiento progresivo de la ciudadanía europea en lo que respecta a la solidaridad hacia Ucrania ante la invasión rusa y es que, como ya planteó un analista hace unos cuantos meses, lo que tenemos que pregutarnos es quién aguanta más, nosotros el frío o los rusos el hambre.
Una vez escuché a un crío decirle a su madre que la vida no estaba escrita a lápiz, no se puede borrar. Me sorprendió la profundidad del razonamiento de un niño que no era ni tan siquiera un adolescente. La anécdota viene al caso por la llamada Ley de la Memoria Democrática que entra en vigor hoy y que intentará en vano borrar la historia.
Estados Unidos está volviendo a cometer los mismos errores estratégicos que en el caso de Afganistán, Irak o Siria y está ahora tratando de repetir en Ucrania, Taiwán, Corea del Norte o Irán esa política de pegarle un par de patadas al avispero para ver si las avispas empiezan a picar a la reina hasta terminar matándola u obligarla a huir. Ya nos ha salido mal antes, y volverá a salirnos mal.
Que en este país estamos perdiendo el norte con las gilipolleces políticamente correctas sería una obviedad si no fuera porque el Gobierno de Pedro Sánchez, rendido a las sandeces de los podemitas, se empeña en convertir a la sociedad en una suerte de inquisidores meapilas que nada tiene que envidiar a los censores de los años más recalcitrantes del franquismo.
“Negacionista” es ahora la palabreja de moda en el vocabulario del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Atrás quedaron ya la “resiliencia”, “transversalidad” y hasta el coñazo del “emponderamiento”, todas ellas pronunciadas mil veces durante meses por nuestro amado líder, quien siempre hace gala de que repetirse más que el ajo es una de sus muchas virtudes.
Admito que, personalmente, lo de la campaña anual de "Comisarías Europeas" siempre me ha parecido otra carísima gilipollez pagada con cargo a los impuestos de los sufridos europeos, pero después del episodio de esta tarde en el Casco Antiguo, me veo obligado a concluir que el Ministerio del Interior, además de derrochar el dinero de todos, no tiene ni puñetera idea de marketing y promoción.