Esta tarde ha comenzado esa cumbre con Marruecos que los medios de comunicación públicos intentan vendernos de una trascendencia histórica, mientras insisten machaconamente en lo buenos vecinos que somos y en la importancia de una relación bilateral a la que España siempre ha dado mucha más importancia de la que realmente tiene.
Opinión
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Históricamente, a las guerras les pasa siempre lo mismo: apetecer no apetece, pero si hay que ir, se va. Lo que no es de recibo es pretender combatir sin combatir, disparar sin que te disparen, atacar sin que te ataquen y, sobre todo, pretender matar sin estar dispuesto a morir. A eso estamos jugando hoy los europeos.
No deja de sorprender la constante necesidad que tiene el Gobierno de Pedro Sánchez de crear polémicas artificiales para evitar enfrentarse a las consecuencias de los múltiples errores que va cometiendo y que están convirtiendo en interminable la actual legislatura. Esta semana nos toca la estupidez sobre si a la embarazada hay o no que informarla para que decida si quiere abortar.
Respuesta unánime de condena, casi en piloto automático, de los partidos políticos españoles a esa especie de asonada civil realizada en Brasilia por los seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro, que está siendo reiterada y lógicamente comparada con el bochornoso espectáculo de los seguidores de Trump asaltando el Capitolio el año pasado por estas fechas.
Si algo queda claro en las numerosas y diferentes iniciativas de los principales partidos políticos para ayudar a las economías más vulnerables a sortear la complicada situación económica actual, es que ninguno de ellos tiene un plan económico coherente, aunque sí un plan electoral consistente básicamente en comprar con dinero público al votante.
Como cada año, al vacuo y obvio mensaje de Navidad del rey Felipe ayer por la noche, han seguido hoy las reacciones, no menos vacuas y obvias, de los partidos políticos que más o menos se mantienen dentro del marco constitucional. Y las no menos reacciones contrarias de esas otras formaciones políticas que hacen lo posible por no estar dentro del marco constitucional.
Como siempre sucede cuando alguien cede a un chantaje, nunca es un único pago. El chantajista siempre vuelve a por más; se le ha advertido mil veces, incluso desde las filas de su propio partido, al presidente del Gobierno. Al despejarles penalmente el camino, los secesionistas catalanes no han tardado ni un día en plantear otro referéndum inconstitucional de autodeterminación.