Pues les digo una gran verdad, lo del desempleo, la falta de expectativas, la desesperanza, el creciente ánimo suicida, el deterioro medioambiental y las evidencias que apuntan a la pronta extinción de la especie, no son los principales problemas de la juventud.
El principal es el oftalmológico. Los jóvenes no ven un pimiento. Lo sé porque el otro día cogí el autobús y cuando arrancó, un amable adolescente se levanta del asiento y me pregunta si quiero sentarme. Aunque me acordé de su madre, no le comenté nada al respecto, que uno abre la caja de Pandora y al final te bajas de la Línea 6B con tu hijo de la mano.
Como estoy muy sensible porque cumplí los 60 hace un par de semanas, con enorme aplomo, e incluso con simpatía, pregunté al joven si parecía tan mayor. Y hasta le sugerí que, tal vez, le había confundido mi barba blanca que me confiere ese famoso look de atormentado poeta ruso en el exilio.
El chico me respondió que seguro que sí, era lo de la barba, que a él le pegaba que, por el tipo de corte, no era ni de venerable anciano sino más bien de viejo decrépito.
Algo molesto le dije que resultaba obvio que no era aficionado a Dostoyevski o a Tolstói. Y el muchacho, con manifiesta indignación, aseguró que no, jamás, que él de toda la vida había sido del Madrid y que Vinicius es el más grande.
Iba a recomendarle que hiciera una visita al oftalmólogo y otra a la biblioteca municipal, pero con la bondad y comprensión que otorga la madurez, supe que no puedo culpar a un adolescente por su natural ignorancia.
Aunque admito que siento cierta satisfacción enfermiza al saber que el mundo que les dejamos es mi mejor venganza.
Comentarios potenciados por CComment