Casi olvido contarles que hace un par de días fui víctima de un atropello, y no me refiero a lo que hacen habitualmente los bancos y las compañías eléctricas con sus clientes, sino a un atropello de los de verdad, de esos en los que un vehículo con motor y ruedas te se lleva por delante. Un susto.
De todos modos, pueden quedarse todos tranquilos porque, gracias a mi agilidad felina y a mi atlético cuerpo, logré evitar el impacto recogiendo la tripilla cervecera, que fue la zona más expuesta al peligro.
En un principio pensé que se trataba de un atentado ya que el coche se me vino encima cuando cruzaba un paso de cebra y, lógicamente, lo primero que pensé es que el conductor era alguien a quien le debo dinero. Sin embargo, cuando detuvo el vehículo vi que no le conocía de nada, así que aproveché para pedirle 20 euros y de este modo proporcionarle un motivo para un segundo intento.
El joven al volante me pidió disculpas argumentando que no me había visto. Por supuesto le disculpé y le pedí dos cupones para el viernes y uno del Euromillón porque con esa agudeza visual seguro que piloto comercial no era.
De todos modos, aunque al muchacho no le comenté nada por no hacerle sentir mal, me alegro de haber evitado la tragedia porque el coche era un Opel Corsa del año de la pera. Qué vulgaridad y qué poca clase, palmar atropellado por un Corsa. Delante de un montón de gente y en Marbella. Me imaginaba a todos mis conocidos haciendo comentarios por lo bajillo en mi funeral en plan, "ya ves tú, un Opel Corsa. Con la clase que tenía Milton. No somos nadie".
Así es, porque una cosa es que te espachurre un Aston Martin o un Tesla cuando cruzas el semáforo del Marbella Club tras el brunch en el MC Café, en plena Milla de Oro. Pero lo de un Corsa en el paso de cebra del Mercado Municipal es que me habría quitado todo el glamour y sofisticación que rodea a mi persona.
Conservo mi imagen. He tenido suerte.
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