Quizá por culpa de mi innata gallardía y espíritu aventurero, regresé hace unos días a Marbella tras un arriesgado periplo por ignotas tierras del norte, tradicionalmente refugio de beligerantes rebeldes que, sin embargo, no han desanimado mis obligaciones como colonizador.
En esta ocasión no he llevado el yelmo ni el estandarte porque en aquellas tierras carecen incluso de mares y playas, y lo de clavar el estandarte en medio de un centro comercial mientras tomo posesión del lugar no queda lo mismo de elegante.
No obstante, y como siempre suelo hacer, sí me llevé cuentas y abalorios para intercambiar con los nativos con la idea de utilizar el trueque como lenguaje universal para el entendimiento con los colonizados previos a su conquista y exterminación, como Dios manda desde los primeros tiempos de la Cristiandad. Sin embargo, fui recibido de modo hostil por unos policías municipales que me multaron tras confiscar mi pertenencias acusándome de venta ambulante ilegal, y eso que les ofrecí pulseritas con la banderita de España que le compré a un senegalés en el paseo marítimo. Malditos independentistas, están por todas partes.
Otro inconveniente que encontré durante mi exploración del territorio fue el de la temperatura, porque se viene uno de la cervecita a 20 grados en el chiringuito y, en de pronto, cero grados, que cuando intentaba salir del bar a la calle para fumarme uno de mis proverbiales puros habanos, la caña echaba a correr por la barra al grito de "mariquita el último" y los demás clientes me daban fraternales abrazos, creo que hasta vi alguna que otra lágrima, y cuando me acercaba a la salida me aplaudían mientras me llamaban "torero" y "valiente".
Luego estaba lo del aparcamiento, no hay donde meter el trineo; si encontrabas sitio era en zona azul y los renos se siguen negando a pagar a escote mientras no les haga contrato indefinido como fijos discontinuos, que dicen que ya están hasta los cuernos de la sobreexplotación en Navidad y luego a la cola del paro. Con tanta reivindicación para mí que son de Podemos.
Bueno y lo de caza necesaria para la subsistencia no era más fácil en estas vastas tierras del norte, que una vez intenté arponear a un oso polar y salió corriendo pidiendo socorro asegurando que pretendían robarle el visón. O no era polar o también era de Podemos, que en las tierras del norte tienen mucho tirón.
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