Pues les digo una cosa, yo no estoy de acuerdo con la prelación establecida para vacunarse contra el coronavirus, porque teniendo en cuenta que la vacuna se ha fabricado al salto la mata, lo lógico habría sido que el orden para inyectársela estuviera regido por el sentido común o por las reglas de azar.
Por sentido común sería más coherente que, ya que no sabemos si la vacuna va a funcionar o si, por el contrario, los inyectados van a durar lo que un bollo en la puerta de un colegio, habría que haber empezado vacunando a los yihadistas que tengamos en la cárcel para complacerles en su deseo de viajar al paraíso donde les esperan ríos de vino y 90 vírgenes o algo así.
Ya ves, para que al final tengan razón y nosotros aquí pagando a tres euros la copa tintorro cutre; y de lo de las vírgenes, ni hablamos.
También se podría haber empezado vacunando a los directivos de banca y a los inspectores de Hacienda. No por nada, es solo una sugerencia.
Por supuesto, a mis exnovias, para las que la vida no tiene sentido sin mí. Y a los dueños de todos esos perritos con diarrea que nos tienen las calles hechas unos zorros. Incluiría a las dulces mascotas en el experimento, pero imaginen que la vacuna provoca emergencias defecatorias graves y resulta peor el remedio que la enfermedad.
También se debería haber vacunado primero a todas aquellas mujeres que no sean valkirias exuberantes, porque no hay derecho a discriminar al sexo femenino por su niel de belleza, y si hay que pringar como un cobaya de laboratorio, sin discriminación. Podríamos empezar por la ministra Montero para demostrar que somos una gran e igualitaria democracia.
Y, sin duda, los primeros en probar la vacuna tendrían que haber sido los cuñados listillos y las suegras coñazo, porque si les provoca un efecto secundario fatal, en plan que les entre una mala leche horrible o bien que se empeñen en demostrarte que saben de todo más que tu, pues se quedarían como están. Serían asintomáticos.
La opción "B" para decidir a quién vacunar se regiría por el azar: bien rifándolas en la tómbola durante las fiestas patronales del pueblo, si se trata de la vacuna de Pfizer o de Moderna. O colocando una bala mojada en el fármaco dentro del tambor de un revólver. Entonces hágase girar el tambor, colocar el cañón del arma en la sien y apretar el gatillo a ver qué pasa. Esto en el caso que se prefiera la vacuna rusa "Sputnik", que allí la gente se vacuna así.
Sí es verdad que, si logras vacunarte siguiendo esta opción, no tendrás que ponerte una segunda dosis.
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