Veo con preocupación que a gran parte de la opinión pública no le ha quedado claro el concepto de “allegado” a la hora de determinar con quién y con cuántos pueden pasar las cercanas fiestas navideñas sin correr el riesgo de ser abatidos por un francotirador de la Policía al incumplir las preclaras restricciones del Ministerio de Sanidad. No se preocupen, yo resolveré todas sus dudas.
Bien, en lo primero que hay que fijarse es en la gramática, la sintaxis y acentuación para comprender que un “allegado” es el que viene del mismo Madrid, aunque lo de la ortografía no sea su fuerte. Porque los puristas diríamos que se trata de un “ha llegado”; y si el que viene no lo hace del mismo Madrid sino que, por ejemplo, viene de Córdoba o de Graná, con toa la mala follá que tienen, sería un “allegao”.
También, a la hora de determinar qué se entiende por “allegado” no hay que perder de vista, además de la procedencia geográfica, el medio de transporte utilizado por el sujeto. Y es por ello que al sevillano o malagueño que, como el turrón, vuelve a casa por Navidad utilizando el AVE, no se le denomina “allegao” sino “avenío”, que los del mismo Madrid dirían “ha venido”. Si el tren llega a su hora sería, incluso, un “bienavenío”, que es lo más chic del allegadismo.
Sin embargo, al que allega cruzando el Estrecho de Gibraltar a bordo de una planeadora con cuatro motores Yamaha de 200 caballos y 300 kilos de hachís, no se le denomina “allegado” sino “altoalaGuardiaCivil”.
No obstante, como cualquier norma que se precie, el concepto de "allegado" tiene su excepción y, si en lugar de tratarse del peñazo de familiar lejano o del amigo gorrón, cuando suena el timbre de la puerta en Nochebuena uno abre y se encuentra a Elsa Pataky en el umbral vestida de Santa Claus viciosilla, solo en este caso, no se trata de un "allegado" sino de un milagro.
Y, de pasar, eso solo pasa en Navidad.
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