Les digo una cosa, porque soy un gran ecologista, pero de haber sido de otra forma yo denuncio a las gaviotas, a los perritos pequeños de lengua larga, a sus dueñas petardas y al hijo de la reina madre que se pone con la radial a las ocho de la mañana.
Porque no es que me disguste vivir en Jurassic Park Miraflores, aquí en las Tierras Altas, a mí lo que me fastidia es que la llamada de la naturaleza tenga que ser tan temprano. Además, entre ustedes y yo, lo de levantarse pronto es una vulgaridad.
Por eso me fastidia que las gaviotas empiecen a dar por saco a las seis de la mañana, que el otro día hasta tuve que salir a la calle para decirle a los puñeteros pájaros que esas sevillanas ya las había oído y que si quieren rondarme, por lo menos, que se traigan una guitarra.
Luego, despuntando el alba, llega el momento del complós judeo masónico de perritos pequeños de lengua larga con sus ladridos, cagándolo y meándolo todo mientras las dueñas petardas de las mascotitas les ordenan, a voces, que no ladren. Es difícil decidir qué ladrido prefiero.
Después, una vez que ha pasado el coñazo de los perritos, aparecen los comandos de la radial. Hombres perfectamente adiestrados por el Estado Islámico en campos de entrenamiento de Siria e Irak para dar por saco a los que están durmiendo. Maldita guerra psicológica.
Y no entramos en lo de los nenes a los que sus mamás llevan al cole nada más salir el sol, arrastrando ruidosamente pesadas maletitas mientras van gritando sandeces, amenazando a sus padres con denunciarles por lo que sea. Nunca he entendido este esfuerzo de los progenitores, con lo que hoy aprenden en clase, lo mejor sería que les dieran un listado del colegio de abogados para que vayan eligiendo representante legal pensando en el futuro.
Y si a las nueve de la mañana queda alguien durmiendo, el Ayuntamiento envía a su oleada de trabajadores temporales, a los que lleva décadas prometiéndoles estabilidad laboral, armados con ruidosas máquinas para impedir el descanso a aquella poca gente decente que sabe que vivir en Jurassic Park Miraflores es como vivir en Doñana pero con bichos coñazo. Echo de menos el glamour y el silencio del lince.
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