De la fracasada gira internacional de nuestro presidente del Gobierno buscando apoyos al reconocimiento inmediato del Estado palestino pueden sacarse dos conclusiones: que no es bueno meterse donde no te llaman y, segundo, que el famoso Koldo, rey de las mascarillas, es el mayor impulsor en Occidente de la causa palestina.
Y no es porque el ex mano derecha del también exministro de Transportes, José Luis Ábalos, estuviera especialmente sensibilizado con el tema de Palestina, sino porque Pedro Sánchez ha utilizado el asunto como excusa para quitarse de en medio y ha salido corriendo de España cuando está en el ojo del huracán en el enésimo asunto de corrupción política que tradicionalmente afecta tanto al PSOE como al PP.
Como era de esperar, ningún país ha hecho el mínimo caso a Sánchez que, tras este último ridículo transfronterizo, ha vuelto a desdecirse a sí mismo, “cambiar de opinión” según su discurso, y ha reconocido que no es el momento de plantear el tema del reconocimiento de Palestina.
En realidad, no es que no sea el mejor momento para abrir ese debate sino que, de hecho, es el peor. Sin duda, y como poco, antes deberá acabar la guerra en Gaza y después dejar pasar un tiempo, que se prevé largo, para abordar con seriedad el reconocimiento de un Estado que hoy es poco más que un montón de escombros.
Palestina no tiene hoy la estructura mínima que le permita convertirse en Estado. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) no es en absoluto representativa del pueblo palestino, que está mayoritariamente volcado hacia Hamás y que lo estará mucho más cuando Israel acabe de matar gente a tontas y a locas.
Hamás ocupó hace muchos años el vacío dejado por un gobierno de la ANP minado por la corrupción y que era indiferente ante los problemas de la población. Hamás, con dinero primero saudí y luego iraní, pagó colegios, sanidad y los servicios más básicos para esa inmensa mayoría de habitantes de Gaza de los que jamás se ocupó la Autoridad Palestina.
Con ese paisaje, Israel solo puede acabar con Hamás matando a los 1,2 millones de habitantes de la Franja, y aún así no lo conseguirá.
En estas circunstancias, Palestina no está en condiciones de convertirse en un Estado, menos aún cuando se pretende que sea la inepta y corrupta ANP la que se haga cargo de las ruinas de Gaza.
Gaza es Hamás y gran parte de Cisjordania también lo es. Antes de hablar de un Estado hay que empezar a trabajar para que Palestina tenga un gobierno creíble y para eso hacen falta años, tal vez décadas.
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