Como era previsible, tragarse la primera jornada del debate de investidura ha sido hoy una intolerable pérdida de tiempo que solo se vería compensada por algún tipo de desgravación fiscal a aquellos ciudadanos que aún nos atrevamos a soportar el infumable discurso de nuestra clase política, sin exclusiones.
Sin embargo, es necesario centrar nuestra atención en Pedro Sánchez que, como candidato a la Presidencia del Gobierno, ha acaparado la mayor parte de la atención en el Hemiciclo. No hay que olvidar que, como candidato, Sánchez dispone de tiempo ilimitado en sus intervenciones a pesar del enorme peligro que este privilegio acarrea en el caso de un hombre, que solo sabe conjugar los verbos en primera persona.
Anecdótico el hecho de que Pedro Sánchez pareció haber olvidado su papel en esto de la investidura y se dedicase con tanto empeño a atacar al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que en no pocas ocasiones parecía que el popular era el candidato a la Presidencia.
También anecdótica la fijación de Sánchez por la “extrema derecha”, con Vox, con Santiago Abascal y los acuerdos entre este partido y el PP. Todo ello colocado en esa coctelera dialéctica a la que el también presidente en funciones debería añadir la reflexión de que si Vox está ahí es porque hay gente que lo vota, y que se hay votantes que lo hacen es por algún motivo que, probablemente, tiene mucho que ver con el hartazgo nacional hacia nuestra decepcionante clase política.
En cuanto a la mayoría de las propuestas presentadas por el candidato como parte de su futura acción de gobierno, no vale la pena ni entrar a dirimir si son malas o buenas porque las principales son, sencillamente, mentira.
Al menos cuando Yolanda Díaz enumeró las sandeces que planteó como objetivos de Sumar, lo hizo con más empeño y con esa juvenil pasión que no la libra de la sospecha de haberse caído en una marmita de porros durante su niñez.
Sin entrar siquiera en el tema de las concesiones del PSOE a los partidos inconstitucionales del arco parlamentario, las principales “ofertas” de investidura que hemos oído hoy en el Congreso son económica, jurídica o socialmente irrealizables, cuando no las tres cosas a la vez.
Y, de nuevo, nos encontramos a estos dos vendedores de un peculiar “black friday” sometiendo todo lo ofertado a la famosa coletilla de “vamos a aprobar una ley que...”, prohibirá, sancionará, concederá, autorizará, obligará..., a pesar de que en todos sus años en el poder este Gobierno ha mostrado su indudable eficacia para aprobar normas inaplicables que ni cumple nadie, ni nadie obliga a cumplir.
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