Les digo una cosa, la forma de deambular de los turistas por el Paseo Marítimo durante la Semana Santa tiene su toque cofrade. Van dando tumbos de un lado a otro del paseo, como si fuesen un trono portado por medio centenar de costaleros pimplaos.
Porque la forma de caminar del turista que no tiene nada que hacer recuerda a las briznas de hierba mecidas por el viento: nunca sabes hacia dónde van a ir pero, inevitablemente, te acaban dando en el ojo.
Hoy me he parado a contemplarlos, leales a la causa del sol y playa, con sus camisetas, bermudas multicolores y las chanclas, aunque pegue esa rasquilla gélida procedente de Sierra Nevada. Ellos vienen a lo que vienen y solo los traidores al dogma de las felices vacaciones reconocen que están tiesitos de frío. Por eso hay gente a la que se le pone la piel de gallina cuando está a cero grados, porque son unos cobardes.
Pero aquí, en el Paseo Marítimo, cuna de valientes y forja de líderes, hasta había voluptuosas señoronas de Majadahonda con ínfimos bikinis tomando el sol en la playa. Y no es que yo me fijase en lo reducido de esas prendas, sino que siempre las imagino así.
Tiempo atrás y con el único ánimo de ayudar, me ofrecí en diferentes ocasiones para frotarme con ellas como medio para entrar en calor, explicándoles que era esta una ancestral costumbre que se remonta a cuando los romanos llegaron a la Península Ibérica, vieron estas tierras y decidieron fundar Salduba, el pub de Puerto Banús.
Por desgracia, las voluptuosas señoronas de Majadahonda con ínfimos bikinis no tienen ni idea de historia, aunque sí saben soltar unas guantás que te salen los piños en plan "mariquita el último".
Para mí el problema es que la mayor parte de los turistas no interaccionan con los nativos, ni asimilan nuestras costumbres y eso es falta de cultura.
A partir de ahora se acabó lo de intentar agradar a los visitantes ataviado con el taparrabos, el hueso en la nariz, el arco y las flechas. Yo que lo hacía únicamente para darle un toque National Geographic a sus vacaciones, y van y me denuncian por acoso. Miren como la linda gacelilla no le pide al juez medidas cautelares contra el león que intenta comérsela. Pues es lo mismo, la aventura de la naturaleza.
Si es que las ONGs tienen razón: hay muy poco respeto por los pueblos indígenas.
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